Ya he transferido completamente éste blog a mi nuevo blog www.cintiasloveinaction.com
He puesto mucha energía en él y me encantaría veros por allí.
Os espero con los brazos abiertos!
Cintia
Emprendí mi viaje hacia el sur con mucha emoción y ganas de conocer esas tierras llenas de palmeras y exotismo después de haberme pasado más de un mes y medio por las montañas y el norte de Sri Lanka. Galle fue mi primera destinación para iniciar ese recorrido por la costa y la zona de playas.
Había oído maravillas de esa antigua ciudad amurallada con tanta historia a sus espaldas pero sabía que
recorrerla y verla con mis propios ojos sería una experiencia aún mayor.
Puedes llegar a ella en bus o tren. Yo llegué en tren desde Colombo (está a 3 horas) y
el viaje fue fascinante y muy diferente al que había visto atravesando las
montañas y los campos de té. Nada más
salir de la capital, las playas y los cocoteros se dejan ver, y esa viva
imagen a trópico te sigue acompañando a lo largo del camino.
Una mirada al pasado
Galle es una ciudad a
pie de mar, llena de color y de estilo colonial construida por los holandeses a principios de 1663. Para entender
cómo y porqué fue construida hay que entender su historia y su pasado dominado por colonias europeas
durante varios siglos. Primero fueron los portugueses quienes llegaron al país
en 1505 y unos años más tarde, durante su reinado de Kandy, construyeron un
pequeño fuerte que fueron ampliando poco a poco con más murallas y bastiones.
Posteriormente llegaron los holandeses, quiénes se hicieron con el control de Galle
en 1640 y destruyeron parte de lo que los portugueses habían construido.
Después de que los holandeses construyeran el fuerte en el
siglo XVII, Galle fue el puerto principal en Sri Lanka y durante más de 200
años fue un lugar importante donde atracaban
barcos que viajaban entre Europa y Asia.
Pero la historia quiso que finalmente Galle pasara a manos de los británicos, quiénes se hicieron con ella en
1796 y empezaron a establecer nuevas relaciones comerciales con Colombo.
Aún así, la herencia de los holandeses
seguía y sigue vigente ofreciéndonos el sabor de una ciudad que vive a ritmo
lento y la maravilla de más de 400
edificios entre casas, templos e iglesias que conservan intactos su
estructura.
Paseando por Galle
Lo que nosotros conocemos por Galle, “gol” como así la
llaman ellos en su idioma, el cingalés, es la ciudad amurallada dentro del fuerte que construyeron los holandeses
aunque fuera del fuerte está la vida en la ciudad, bulliciosa y ajetreada como
en cualquier otra ciudad de Sri Lanka.
Disfruté muchísimo caminando por la muralla, impregnándome
de historia entre el azul del mar, el color tierra de las piedras y el verde de
la hierba que crece en ella. Puertas,
bastiones, escaleras y faros a lo largo de la misma te obligan a detenerte
a contemplar esa maravilla
arquitectónica y a tomar unas cuantas fotos.
En ella parece que el tiempo se ha detenido. Definitivamente
tuve la sensación que el tiempo allí
corría más lento y la vida trascurría a otro ritmo… más sureño, más
pausado. Me detenía mirando los detalles de los edificios que tan coloniales me
parecían. Puertas, arcos, ventanas y
mobiliario de madera con motivos asiáticos y exóticos endulzaban mi vista.
Y si algo me gustaba observar en medio de esa maravilla arquitectónica eran las
plantas grandes, verdes y majestuosas que daban vida a esos edificios y esas
calles.
Su gente, amable y
tranquila te invita a compartir con ellos y a sumergirte en un ambiente
familiar. Coge un libro, una taza de té o una cerveza y déjate llevar…
Otra de las cosas que más me fascinó fue la vida cotidiana dentro del fuerte especialmente por la
mañana, al amanecer, cuando multitud de personas (locales la mayoría)
salían a correr y hacer ejercicio alrededor de la muralla, jóvenes salían a las
calles a jugar a criquet, perros y cuervos deambulaban y muchos hombres y
mujeres abrían sus negocios, barrían las calles y te daban los buenos días.
Algo en el ambiente me parecía muy familiar y más que sentirme como una extraña
o una turista, me sentía como “en casa”, otra de las tantas casas que me están
acogiendo durante mi viaje…
Gente corriendo por la mañana alrededor de la muralla |
Jóvenes jugando por la mañana al amanecer a cricket |
Hombre contemplando el mar a la puesta de sol |
El amanecer, lo que no te puedes
perder
Si hay algo que te recomiendo enormemente es que un día te
levantes para ver la salida del sol
desde el faro que hay en el fuerte. Las vistas fueron espectaculares!
Disfruté como una enana admirando ese sol que sale cada día, pero ése día, ese
amanecer, en ese lugar, con esa atmósfera me pareció único… El sol rojo,
redondo, enorme y majestuoso me dio los buenos días, y yo, rendida a su
presencia, le di las gracias por acompañarme un día más.
Siguiendo mi viaje…
En Galle no hay playa pese a que está rodeado de mar.
Después de un par de días allí seguí mi viaje, en busca de playas, palmeras, sol y arena. Mi próxima parada,
Unawatuna, una localidad de costa a tan sólo 10 minutos, que me prometía unos
plácidos días tumbada en una hamaca y agradables paseos por la arena…
Recomendaciones
- Si viajas con bajo presupuesto te recomiendo que salgas del fuerte (15 min. caminando), te des una vuelta fuera de murallas y vayas a comer en alguno de los múltiples restaurantes de cocina local o bien compres comida para llevar (take away) y te la lleves al hotel o te la comas contemplando el mar en las murallas…
- El trayecto de la estación de trenes o buses al fuerte son 150rs. Si estás alojado en el fuerte y quieres ir a Unawatuna te recomiendo que cojas un tuk tuk por 400rs. De lo contrario, es cierto que el bus apenas vale 20rs pero tendrás que añadirle el tuk tuk del hotel en Galle a la estación, y de la estación en Unawatuna al nuevo hotel… con lo que acabarás pagando lo mismo. Está a tan sólo 10 min.
- Amanecer delante del faro. Ya os lo he recomendado… pero insisto!
- Yo me alojé en el Hotel Weltevreden, es de los más económicos dentro del fuerte. Me salió por 2500rs (15€ aprox) la habitación doble. Después de visitar varios hoteles, es el más económico que encontré que tuvieran habitaciones libres. Lo mejor, su ubicación junto a la muralla y las vistas de todas las habitaciones a un jardín interior.
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