diumenge, 26 d’abril del 2015

Mi experiencia viviendo con una familia local en Mirissa

Actualización 19 de marzo 2016:

Ya he transferido completamente éste blog a mi nuevo blog www.cintiasloveinaction.com

He puesto mucha energía en él y me encantaría veros por allí.
Os espero con los brazos abiertos!

Cintia


Sun Vivanta Resort: Alojamiento en una guesthouse muy especial

Una de las mejores experiencias que he tenido en Sri Lanka ha sido la de poder compartir durante unos días mi estancia con una familia local. Como acostumbra a suceder, las cosas llegan por casualidad, pero fue una agradable sorpresa del destino ir a parar a aquella guesthouse.

Llegué a Mirissa desde Unawatuna sin ninguna reserva de hotel hecha. Pensé que una vez allí ya me pasearía y encontraría algún lugar para mí en cuanto a localización y precio. Los hoteles a pie de playa son más caros y también menos tranquilos, así que me dirigí a la calle principal donde están todos los hoteles, una vez cruzas la carretera, junto a la “junction” o parada donde te deja el autobús.
Empecé a preguntar y la mayoría de lugares estaban llenos o eran más caros. 

Pero fui a dar con “Sun Vivanta Resort”, una pequeña guesthouse regentada por una familia local maravillosa. Pregunté y sí tenían libre una habitación para mi. Sólo alquilaban dos habitaciones, y desde hacía tan solo unos 3 meses. La habitación era muy acogedora, aunque el lavabo era compartido y pagué por ella 1500 rs la noche. Compartía el lavabo de la familia, pero para mi, que no soy demasiado exigente, ya me estaba bien. En sí la guesthouse es su propia casa que la tienen abierta a huéspedes, así que el ambiente más casero es imposible.

La familia la forman un matrimonio con sus 3 hijos: una niña y dos niños gemelos, todos ellos adolescentes. Una familia para mi ejemplar, por la buena educación y el excelente trato que ofrecen. El marido trabaja para la administración y la mujer es maestra de matemáticas en una escuela.

Tienen un bonito y grande jardín lleno de árboles frutales que a mí era lo que más me gustaba. Tener ese espacio para escribir, leer y comer al aire libre fue algo clave en mi estancia allí.


Un trato inmejorable

Si algo es digno a destacar de ésa familia es el inmejorable trato que ofrecen al huésped. Me hicieron sentir como en casa! La semana que pasé allí con ellos me convertí en una más de la familia, y lo bien que me sentí allí con ellos no tiene precio.

A cada momento te ofrecían té, dulces que preparaba la mujer y lo mejor de todo, fruta del jardín! Si hay una fruta que me robó literalmente el corazón fue la papaya… en mi vida,  y lo digo de verdad, había comido ningunas papayas tan exquisitas, deliciosas, dulces y tiernas como esas!! Y recién cogidas del árbol.


La madre y yo compartimos muchas horas y muchos ratos juntas.  Durante toda mi estancia allí habíamos tomado muchos tés y aunque no nos entendíamos demasiado por el idioma se había establecido una relación muy bonita entre nosotras. Ella se pasaba el día pendiente de mi… si necesitaba aloe vera para ponerme en la piel después de la playa, si necesitaba jabón para lavar mi ropa, sin quería cambiar mis sábanas… en fin… una dulzura de mujer! Siempre con una sonrisa de oreja a oreja!

Y el padre igual. Siempre que llegaba de trabajar se sentaba conmigo un rato y me preguntaba como había ido el día. Hablaba bien inglés y podíamos tener una conversación más fluida. Siempre se preocupaba por si había comido bien o si ya tenía ganas de cenar. No es el típico hombre ni de ésta cultura, ni de cualquier cultura digamosle “machista” que espera que todo lo haga la mujer. Al contrario, trabajaba muchísimo en las labores de casa y ayudaba mucho a su mujer. Cocinaba, barría, fregaba, planchaba el uniforme de la escuela de la niña, cuidaba del jardín… la mujer decía que tenía mucha suerte, porque su marido la cuidaba mucho! Y eso me encantaba, ver una familia tan unida, con tanto respeto unos por otros.

La familia te ofrecía la posibilidad de desayunar, comer o cenar allí… y las comidas eran un auténtico lujo. Comida en abundancia y deliciosa, toda ella preparada y elaborada por la madre. Así que recomiendo enormemente comer allí con ellos, o aunque sea algunas de las comidas, porque puede salirte mucho más barato que en cualquier restaurante y la comida es auténtica y casera.

Participando en la vida familiar

Como ya he dicho, son una familia muy acogedora y especial. En todo momento me hacían partícipe de su vida familiar y me enseñaban cosas o compartían momentos conmigo. Si iban a coger papayas, me llamaban para enseñarme como lo hacían. Si iban a coger agua del pozo, si venía un señor a subirse a las palmeras a coger los cocos, si plantaban, regaban o hacían lo que fuera intentaban explicarme qué hacían para que yo supiera y aprendiera cosas de allí.

Plantando un árbol

En los día que pasé allí nos cogimos mucho cariño mutuamente, ellos a mí, y yo a ellos. Como digo, yo era parte de la familia… me metía en la cocina a ayudarles a cocinar, les ayudaba en el jardín, hablábamos largas horas sobre nuestras culturas, cosas de mi país, del suyo… en fin, sobre temas que nos ayudaran a conocernos y aprender algo nuevo.

Una mañana el marido estaba regando el jardín y plantando plantas nuevas. Me llamó y me dijo que fuera, que yo plantaría un árbol, así cuando el árbol se hiciera grande tendrían un recuerdo mío. El árbol se llamaría como yo. Que ilusión me hizo! En serio?

Fue muy divertido cavar el agujero con ellos, plantar el árbol, regarlo, cubrirlo de tierra de nuevo… un acto muy simbólico para mí, y que sin duda hacía que mi estancia allí con ellos fuera inolvidable.

A cocinar!

Si hay algo que me encantaba era meterme en la cocina con ellos a mirar como la madre cocinaba para así aprender yo. Siempre me ha encantado la cocina, y siempre que he viajado a otros países, cuando he podido, he hecho algún taller de cocina para aprender a cocinar algún plato típico del país. Lo hice en India, en Vietnam, en Tailandia… y me hubiera encantado hacerlo en Sri Lanka también. Tuve suerte que la madre era super campechana y aunque no hablaba inglés, se comunicaba conmigo como podía y me iba enseñando.

Un día, no recuerdo como salió la conversación, le comenté que en Unawatuna había probado un curry de calabaza delicioso y que me encantaría aprender a cocinarlo. Ella me dijo que no me preocupara, que ella me enseñaría. Al día siguiente iría a comprar la calabaza y la prepararíamos para cenar.

Y así fue… montamos un taller de cocina improvisado super chulo! Además era super divertida la escena, porque estábamos toda la familia allí metida en la cocina. El padre traduciendo los ingredientes, los niños mirando, yo tomando apuntes… La situación era muy auténtica porque la cocina en sí no tiene desperdicio! Es una estancia llena de trastos, vasos, cacharros de cocina y cosas por medio… para nuestro estilo “occidental” aquello es un escándalo, pero para ellos es lo normal. Y a mí me encantaba esa cocina tan auténtica!

El curry de calabaza quedó delicioso y yo ya tengo la receta.
Como cada día la mujer tenía que cocinar para todos, se pasaba largas horas allí metida, y yo siempre entraba a ver qué hacía. Lo que ellos comen cada día es “Rice and curry”, un plato hecho a base de un plato principal, normalmente arroz, y combinado con otros platos más pequeños (4 o 5 habitualmente) que lo comen mezclado con el arroz: dhal, curry de patata, curry de calabaza, pollo, pescado, paparam (una especie de patatas indias crujientes), garbanzos, o lo que sea.
Aquellos “rice and curry” me volvían loca! Pues todo estaba delicioso.

Uno de esos días me metí en la cocina y ayudé a rallar el coco para ver como hacían la leche de coco, que como todo, tiene su secreto.

La despedida

La despedida fue un poco triste, especialmente cuando me despedí de la madre… pues a las dos se nos saltaban las lágrimas de emoción. Pero me fui sumamente contenta y emprendí mi viaje después de aquel paréntesis disfrutando de playas tranquilas…

Recomiendo mucho la estancia en ésta guesthouse, por su trato, su amabilidad, su hospitalidad y toda la ayuda que te ofrecen para el tema de transportes o lo que sea que puedas necesitar, ellos te lo ofrecen encantados.

Ésta es mi experiencia amigos, ojalá tengáis la oportunidad de disfrutar de una familia local, sea esa en Mirissa u otra, pues hace la estancia mucho más especial!


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